En un entorno económico tan complejo y dinámico, la capacidad de adaptarse de las empresas ya no radica en la competitividad, se requiere aún más. Pero ¿cómo saber si realmente se está listo para innovar?

El concepto de innovación cada vez está más deteriorado, para ello tomaremos la definición con base a la norma UNE 166000 se define como: actividades cuyo resultado es la obtención de nuevos productos o procesos, o mejoras sustancialmente significativas de los ya existentes. Es un concepto definido en 2006 (algo viejo) en esta ocasión me gustaría agregar qué además debe de generar valor al cliente o usuario, o en su caso a la empresa misma.

Para empezar el primer objetivo es saber si queremos mejorar o innovar como empresa. En la gráfica se muestra con claridad ambos conceptos y como afectan a los ingresos de la empresa.

En la gráfica se muestra que lo primordial será tener el triángulo de mejora para después tener los recursos necesarios para realizar el proceso sistémico de innovación, ya que todo innovación implica un riesgo (se tiene que considerar) y ese riesgo puede afectar a la competitividad de la empresa. Una vez superado el punto de inflexión se generan soluciones rentables que darán ingresos por encima de la media invertida en el proceso sistémico de innovación.

Y la invención en ¿qué parte del proceso se encuentra? Podríamos definir que un invento pasa a ser innovación (una vez definido el procesos sistémico de innovación) cuando un grupo de individuos o un mercado meta está dispuesto a pagar por él.

En conclusión, es bonito poner la palabra innovación en la visión o misión de una empresa, pero realmente ¿se tienen los procesos definidos para dar esa innovación con valor al cliente?

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